La navaja de espejillos se realizó principalmente en Albacete a lo largo del siglo XIX y su tipología constituye una de las más representativas de la cuchillería albaceteña. Probablemente esta clase de navaja surgió fruto de la búsqueda por parte del artesano de nuevas formas de embellecer un objeto –la navaja– que por si mismo ya era bello. De este modo, para adornar sus cabos[1] se utilizaron pequeños espejos circulares –a veces sustituidos por láminas de papel de estaño o cobre–, y de ahí el nombre de navaja de espejillos.
No faltan leyendas según las cuales, los espejillos servían para deslumbrar y cegar al enemigo en las peleas al incidir sobre ellos los rayos de luz. Sin embargo, considero que el propósito de los espejillos no era otro que el puramente ornamental.
La decoración, el estilo y forma de este tipo de navajas ponen de manifiesto una vez más las raíces árabes de la cuchillería albaceteña.
La hoja de la navaja de espejillos era de acero al carbono y se caracterizaba por ser muy estilizada y por tener en muchos casos una pronunciada inflexión en el contrafilo, el cual recorría más de un tercio del recazo y tenía por lo general un suave vaceo. Muchas de ellas se decoraban con dibujos grabados al ácido. Para ello, el metal se cubría con barniz o cera. Después se realizaban los dibujos e inscripciones deseados y, por último, la hoja se sumergía en el ácido nítrico o aguafuerte. De este modo las zonas que carecían de protección eran atacadas por la solución y aparecían en bajorrelieve los trazos ornamentales y letras. Una vez que se realizaba el grabado, en muchas ocasiones éste pasaba a ser nielado. Esta técnica consistía en rellenar los huecos del dibujo inciso con una sustancia negra o roja. La negra era un compuesto de plata, cobre, plomo, azufre y bórax. El niel rojo se obtenía del mismo modo pero con otro colorante. Estos elementos se disolvían en agua engomada para obtener una sustancia pastosa que se aplicaba sobre la hoja, tras lo cual ésta se introducía en el horno hasta que la mezcla fundía y quedaba firmemente adherida al metal. Para finalizar se eliminaba el sobrante de los relieves con una lima de picado sencillo, sin tocar las partes grabadas, para contrastar de este modo el brillo del acero con el color negro o rojo del grabado y las inscripciones o leyendas nieladas. Por último, destacar que en algunas de las hojas los talones se guarnecían o forraban con latón.
A continuación se reproducen ejemplos de leyendas e inscripciones que aparecen escritas en navajas de espejillos:
“El ombre propone, Dios dispone”
“Biva el amor, de mi dueña solo”
“Soy solo para cortar queso, jamon y pan y todo loque me quieran probar sirbo a mi dueño, año 1882”
“Soy defensa de mi dueño”
“Biba mi dueño. 1883”
“Viva el honor de mi dueño”
"Vaya por Albacete y los nabajeros Año 1889”
“Lo que mas me gusta Vino, Toros y Mujeres"
“Fabrica de J. Portero[2]”
“Albacete”
El cabo de la navaja de espejillos era plano, delgado, ligeramente curvo y siempre tenía forros[3], excepto el tipo árabe o de lujo, en el cual el cabo se tallaba y formaba un único cuerpo.
El material que se empleaba principalmente para elaborar el cabo de estas navajas era el hueso, generalmente de ternera o caballo. Los huesos se introducían en sal gorda para eliminar los restos de carne y tuétano. Después se dejaban secar y se curaban enterrándolos en ceniza y, por último, la grasa se limpiaba con sosa cáustica rebajada con agua.
Una vez preparado, el hueso se dividía en chapas o finas placas que eran las que se tallaban y trabajaban para ser colocadas sobre los forros. Estas piezas se pulían antes de montarlas en las cachas, y ello se hacía así para evitar que el hueso se ensuciara, pues al tratarse de un material en exceso poroso, podía por ello recoger fácilmente suciedad y pequeñas partículas metálicas.
En ocasiones, el hueso se sustituía por trozos de asta de vaca de color claro. Ambos materiales orgánicos eran objeto de perforaciones circulares –que dejaban ver pequeños espejuelos y laminillas de cobre o estaño- y se decoraban con dibujos realizados con fieles[4] de latón claveteados.
El latón acompañaba siempre a aquellos materiales orgánicos en los cabos de la navaja de espejillos. Estas partes de latón del cabo se ornamentaban con pequeños agujeros circulares –que dejaban ver un camisón de cobre que en ocasiones se colocaba sobre los forros–, con líneas incisas a lima y con festones grabados a buril.
La navaja de espejillos presentaba casi siempre muelle de pistón –también denominado simple, interior o de ballesta– y ello se hace patente de manera especial en el caso de las de dimensiones más reducidas. Este tipo de muelle, formado por una varilla de hierro forjado, se situaba entre las cachas y ejercía la fuerza necesaria para mantener firme la hoja. En otras navajas de espejillos, el muelle poseía una ventana –de ahí su nombre, muelle de ventana- acompañada de una anilla que facilitaba su cierre. En este caso, casi siempre, en el talón de la hoja se contaban una serie de piñones que, al pasar por la referida ventana, producían los sucesivos chasquidos que originaban el típico sonido de “carraca”. Un ejemplar curioso lo constituye la navaja con sistema de apertura y cierre de secreto donada al Museo de la Cuchillería por Arcos Hermanos: la manecilla del reloj alojado en el extremo inferior del cabo ha de situarse en el número 1 para abrir y cerrar la navaja.
Tras el estudio de un buen número de navajas de espejillos he podido llegar a conocer la existencia de distintos tipos que se corresponden con otras tantas utilidades de las piezas: de uso cotidiano o de bolsillo, de defensa, de exposición, de mujer, árabe o de lujo, entre otros.
Respecto a la autoría de las piezas estudiadas, la mayoría de ellas se obraron en Albacete, como así se deduce de los punzones e inscripciones, aunque en el caso de las de tipo árabe o de lujo, algunas de ellas se firmaron en la localidad de Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real), y esto último se evidencia si tenemos en cuenta que en la actualidad en la navajería santacruceña se sigue elaborando una tipo de navaja de líneas similares bajo la denominación de navaja árabe.
Finalmente, no puedo dejar de referirme a un hecho cuando menos curioso: el excelente estado de conservación en que la mayoría de las navajas de espejillos han llegado hasta nosotros, pese a la nada despreciable antigüedad de algunas de ellas.
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[1] Mango de la navaja.
[2] José Portero fue un gran maestro en la confección de este tipo de navajas ya que son numerosos los ejemplares que han llegado hasta nosotros firmados con su nombre. En la lista cobratoria del arbitrio municipal sobre motores del año 1908 del Archivo del Ayuntamiento de Albacete queda registrado que José Portero tenía su taller en el Callejón de los Gatos, nº 4.
[3] Los forros son las chapas metálicas que forman las bases de las cachas y sobre las cuales se ensamblan las diferentes piezas de hueso, asta y latón que forman el cabo.
[4] Clavitos muy finos de alambre sin cabeza.
